A diferencia de las opiniones que diariamente escucho en los lugares que habitúo, o que recibo a través de los medios de comunicación, no creo que este “conflicto con el campo” (utilizando la denominación mediática) represente una tortura, un sufrimiento y un ataque para la pobre sociedad argentina que se merece vivir en paz y armonía.
Creo firmemente que ese conflicto va a representar un avance y un desarrollo positivo para la tradición democrática argentina, pero por sobre todo, para la actividad política y militante. Es decir, no creo que el “conflicto con el campo” haya dejado o vaya a dejar todas consecuencias negativas en nuestra corta historia, sino, todo lo contrario.
A pesar de que las mayor parte de las consecuencias van a ser buenas, también hubo/hay malas…Entre otras cosas, la discusión “campo-gobierno” reflotó y popularizó una práctica, para mí, nefasta: El "escrache".
Buscando un poco en Internet averigüe que el “escrache” es una práctica propia de estas latitudes, la cual nació como consecuencia de la impunidad vigente luego de las distintas dictaduras militares que pasaron (Chile, Uruguay, Argentina, etc.), en donde los genocidas se encontraban en sus casas y no tras las rejas. Así es como, por ejemplo, la Agrupación “H.I.J.O.S.” comenzó a utilizar el escrache como medida de acción política y protesta para identificar a los indultados por Menem o los amnistiados por Alfonsín.
En los últimos días, y en el marco del conflicto vigente, el escrache fue utilizado en reiteradas y vastas oportunidades por distintos sectores, aunque principalmente, y en su versión más violenta, por los rurales, como una herramienta de coacción y presión.
Sin lugar a duda el escrache es una medida antidemocrática, autoritaria, violenta, irrespetuosa, amenazante e intimidatoria. Si, todo eso. Se busca atacar, marcar, amenazar e insultar a otro porque piensa diferente o porque no actúa como uno quisiera que lo haga. Allí reside el autoritarismo, el vandalismo y el comportamiento antidemocrático.
Los escarches en casas de familia de diputados (o funcionarios), basados en que estos no votaron (o no actúan) como yo hubiere querido son los más repudiables, principalmente porque se realizan en el seno familiar, amenazando a sus mujeres e hijos y dañando el domicilio particular. Sin perjuicio de ello, también lo son aquellos que se realizan en sedes sectoriales contrarias (por ejemplo, Sociedad Rural).
Es inentendible que comunicadores, periodistas y personas varias que aparecen por TV o medios varios se horroricen hasta los gritos porque 10 carpas ocupan la Plaza de Congreso, pero ninguno de ellos se exprese en contra de una actividad Nazi-facista como son los escarches (te ataco, te daño, te amenazo y te intimido porque pensas diferente).
Párrafo aparte para algunos medios que fogonean y vitorean a los escraches o a cualquier actividad que se le parezca (Perfil, estoy procesando un comentario para vos en donde, entre otros temas, volveré sobre esto).
Por todo esto, basta de escarches. Aguante las carpas y los actos ya que representan la más genuina y pura muestra de actividad política democrática y tolerante (muy a pesar de que a muchos –a mi parecer en forma inexplicable- le parezcan un horror y clamen por su suspensión).
Creo firmemente que ese conflicto va a representar un avance y un desarrollo positivo para la tradición democrática argentina, pero por sobre todo, para la actividad política y militante. Es decir, no creo que el “conflicto con el campo” haya dejado o vaya a dejar todas consecuencias negativas en nuestra corta historia, sino, todo lo contrario.
A pesar de que las mayor parte de las consecuencias van a ser buenas, también hubo/hay malas…Entre otras cosas, la discusión “campo-gobierno” reflotó y popularizó una práctica, para mí, nefasta: El "escrache".
Buscando un poco en Internet averigüe que el “escrache” es una práctica propia de estas latitudes, la cual nació como consecuencia de la impunidad vigente luego de las distintas dictaduras militares que pasaron (Chile, Uruguay, Argentina, etc.), en donde los genocidas se encontraban en sus casas y no tras las rejas. Así es como, por ejemplo, la Agrupación “H.I.J.O.S.” comenzó a utilizar el escrache como medida de acción política y protesta para identificar a los indultados por Menem o los amnistiados por Alfonsín.
En los últimos días, y en el marco del conflicto vigente, el escrache fue utilizado en reiteradas y vastas oportunidades por distintos sectores, aunque principalmente, y en su versión más violenta, por los rurales, como una herramienta de coacción y presión.
Sin lugar a duda el escrache es una medida antidemocrática, autoritaria, violenta, irrespetuosa, amenazante e intimidatoria. Si, todo eso. Se busca atacar, marcar, amenazar e insultar a otro porque piensa diferente o porque no actúa como uno quisiera que lo haga. Allí reside el autoritarismo, el vandalismo y el comportamiento antidemocrático.
Los escarches en casas de familia de diputados (o funcionarios), basados en que estos no votaron (o no actúan) como yo hubiere querido son los más repudiables, principalmente porque se realizan en el seno familiar, amenazando a sus mujeres e hijos y dañando el domicilio particular. Sin perjuicio de ello, también lo son aquellos que se realizan en sedes sectoriales contrarias (por ejemplo, Sociedad Rural).
Es inentendible que comunicadores, periodistas y personas varias que aparecen por TV o medios varios se horroricen hasta los gritos porque 10 carpas ocupan la Plaza de Congreso, pero ninguno de ellos se exprese en contra de una actividad Nazi-facista como son los escarches (te ataco, te daño, te amenazo y te intimido porque pensas diferente).
Párrafo aparte para algunos medios que fogonean y vitorean a los escraches o a cualquier actividad que se le parezca (Perfil, estoy procesando un comentario para vos en donde, entre otros temas, volveré sobre esto).
Por todo esto, basta de escarches. Aguante las carpas y los actos ya que representan la más genuina y pura muestra de actividad política democrática y tolerante (muy a pesar de que a muchos –a mi parecer en forma inexplicable- le parezcan un horror y clamen por su suspensión).
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